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ORIENTACIÓN

Desde nuestra Escuela de Formación Marxista Leninista hemos decido inaugurar Orientación, una Sección para aportar al debate político e histórico, así como al análisis de la coyuntura nacional e internacional.

La misma desarrollará la difusión de escritos de los militantes orgánicos de Vanguardia, nuestra Escuela de Formación Marxista Leninista, así como sus vínculos más cercanos, pero también estará abierta a aquellos que quieran realizar un aporte, dar a conocer una problemática o plantear un debate.


Para ello pueden enviar las mismas a nuestro mail: vanguardiaescuelafml@gmail.com desde el que les responderemos a la brevedad.

  • Foto del escritorOrientación de Vanguardia

Contra el Posmodernismo

Por Martín D´amico. Compilado y comentado por Oscar Ríos, militante orgánico de Vanguardia Argentina

INTRODUCCIÓN:


El 22 noviembre del año 2018, el joven periodista Martín Licata, conocido por el seudónimo Damico, fue encontrado asesinado. Estaba desaparecido desde el 17 del mismo mes y durante seis días sus familiares, amigos y compañeros desarrollaron una intensa búsqueda con un desenlace desgarrador.


Martín Damico tenía tan solo 27 años y a pesar de su juventud desarrollaba una tarea de lucha política e ideológica de gran envergadura contra las desviaciones revisionistas que día a día iban adoptando con mayor arraigo las diversas izquierdas de nuestro país.


Uno de sus principales aportes giraba en torno a la denuncia del posmodernismo, sus vicios liberales, su infiltración en las izquierdas políticas definidas con su respectiva degeneración y los intentos por parte de sectores conservadores y reaccionarios de achacarle la responsabilidad al mal llamado “marxismo cultural”, concepto que combatió fuertemente para salvar al Marxismo Leninismo de la vergüenza social y de la derrota ideológica.


Martin Damico no se encontraba militando orgánicamente en ningún espacio al momento de su asesinato. Nuestra Escuela, que surgió varios meses después de este hecho, contó desde un principio con camaradas que veníamos siguiendo sus lecturas y a los cuales nos parecía imprescindible no perder de vista sus aportes.


En ese sentido apostamos por rescatar su memoria y su lucha, dedicándole uno de nuestros talleres de formación al momento de cumplirse el primer aniversario de su asesinato y, sobre todo, con la decisión política de comenzar a encarar este tipo de trabajos.


Este trabajo, compilado por Vanguardia, espera ordenar y contextualizar los aportes de Martín Damico con respecto al posmodernismo, sobe el que se ha explayado largamente.


Hemos dejado fuera del mismo varios aportes interesantes pero que no tenían una estrecha relación con el tema y que tal vez más adelante puedan ser parte de otra compilación. Los criterios de selección y de orden, que no es cronológico, nos corresponden a nosotros.

Junto con el rescate de sus aportes al esclarecimiento ideológico de la militancia política y de nuestra clase trabajadora asumiremos también, de forma inclaudicable, el compromiso con el reclamo de Justicia que lleva adelante su familia ante las circunstancias por demás extrañas en las que ha ocurrido su asesinato.


De la misma forma, asumimos el compromiso de combatir intransigentemente a los sectores degenerados, posmodernos, liberales y ultra izquierdistas que instigaron y festejaron este hecho aberrante. A los mismos los tenemos identificados, conocemos hasta el hartazgo quienes son, como se comportan y la mediocridad de sus “trayectorias militantes”.


No nos cabe duda que Martín Licata (Damico) era un consecuente Marxista Leninista y como tal, tanto con este trabajo como con nuestra militancia diaria, esperamos levantar su bandera y continuar su lucha hasta las últimas consecuencias.



LIBERALISMO Y POSMODERNISMO EN LA NUEVA IZQUIERDA


“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época (…) La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual (entre ellas las ciencias sociales) (…) Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión (…) y que sus ideas sean, por ello mismo, las ideas dominantes de la época”

Karl Marx – Ideología alemana.


Martín Damico comprendía cabalmente aquella cita de Marx en la que se señala que la clase dominante impone su ideología al resto de la sociedad. Su lucha era para denunciar como, a raíz de la perdida de brújula que había significado la derrota del bloque socialista, esa clase dominante había sabido darse una disidencia controlada acorde a sus intereses y necesidades.


Para eso han construido toda una serie de conceptos e ideas fuerza profundamente nefastas, entre ellas la denominada “deconstrucción” como nuevo fetiche de las academias liberales y progresistas:


¿Qué es la “Deconstrucción”? ¿Por qué el auge postmoderno nace con la caída del Socialismo y se hegemoniza veinte años después con la radicalización neoliberal? ¿Postmodernismo cultural y neoliberalismo económico marcan la agenda del gran capital? ¿Cuál es el origen de esta invasión intelectual de psicópatas antisociales y delincuentes del pensamiento?

Más preguntas sin respuestas ante una izquierda “marxista” sin calidades analíticas científicas. Deconstrucción significa lo que parece que significa y lo más inquietante es que es dicho en serio. La “Deconstrucción” es la herramienta de análisis más importante para los postmodernos. En teoría, permitiría deconstruir opresiones enraizadas por las contradicciones del capitalismo, como el machismo, el racismo, etc. Para ello reemplazan el proyecto de transformación real de la materia (marxismo), por la superficialidad de la lingüística y el estilo. Para J. Derrida lo correcto sería invertir el sentido prioritario de los binarismos u oposiciones, lo verdadero y lo falso, la razón y la locura, la naturaleza y la cultura, todo binarismo es subsidiario de una metafísica donde una es la negación de la otra. Mas tarde Judith Butler, del Partido Demócrata de EEUU, nos va a decir que se deben deconstruir los géneros, por eso el sujeto transgénero es el sujeto político de estas corrientes. La idea sería entonces desmantelar el sentido objetivo de la realidad, el ser humano debe vivir sin origen, sin cultura, sin verdades.

En oposición a esto, los marxistas y las ciencias, tenemos la certeza de que toda conducta humana (u animal, o cualquier cosa existente) está determinada por causas materiales. Desde el marxismo sabemos que la materia es lo primero mientras que el pensamiento y la conciencia son un producto de un largo proceso del mundo material como consecuencia de un estado altamente organizado. En la sociedad, la estructura económica es lo que determina el comportamiento social, que surge y se desarrolla bajo la influencia de factores materiales. No es el idioma, ni los estilos, ni la estética, lo que forma la conciencia del ser social, sino sus condiciones materiales de existencia. Marx decía: “…no es la conciencia de los hombres la que determina su ser; a la inversa, es su ser social el que determina su conciencia.” Luego de la caída de la URSS, Jaques Derrida reconoció que algunos filósofos soviéticos le decían en Moscú que la mejor traducción para la Perestroika sigue siendo deconstrucción.


Así denunciaba a la llamada Nueva Izquierda, en las que están englobados viejos ultra izquierdismos como el trotskismo y ese mar de ideas ácratas, hippies, autonomistas, indigenistas, el ecologismo primitivista, etc., etc., etc.; que forman parte del universo progresista y reformista. Esta Nueva Izquierda, bajo la influencia de los renombrados y publicitados cuadros academicistas del postmodernismo, es la que ocupa completamente los espacios mediáticos y es presentada falsamente como la “alternativa anti sistema”.

En una nota que Martín redactara para el sitio web KontraInfo el 23 de octubre del 2018 desarrolla con claridad la crítica a “La trampa del posmodernismo y la Nueva Izquierda”:


Uno ve toda la resaca de la caída del bloque socialista, pero a lo mejor no ve como esa caída liberó al pensamiento burgués de las ataduras que lo mantenían en una edad infantil, y que ahora parece estar llegando a su madurez, tanto en el aspecto económico con el neoliberalismo, como en el aspecto cultural con el postmodernismo.


Su maduración es tan intensa que la izquierda misma se encuentra atravesando un proceso de transición de sus ideas y sus principios. En ese orden de cosas, no es casualidad que una de las teorías centrales en el pensamiento de la izquierda contemporánea, sea la del “Poder” y sus relaciones, en un sentido foucaultiano (o nietzscheano podríamos decir). Esta teoría posee una concepción del mundo que viene a explicar la historia de la humanidad como resultado exclusivo del poder, sin hacer esfuerzo alguno en darle a esta idea, un carácter conceptual, científico. Se desprecia, por ejemplo, la posibilidad de que el Poder, la dominación en sí, no sea más que un medio para un fin y no una cosa pura en sí misma, de esta manera se da a entender que la dominación es “porque sí”, ¿Causas materiales que determinen y expliquen este fenómeno? ¡Ni hablar!


Como buen postmodernista, Foucault nos va a decir que el uso de la razón para el desarrollo de métodos cognitivos no tiene ningún sentido, nos dice que es una pérdida de tiempo el llegar a conclusiones lógicas que se reflejen en conceptos exactos a través de la ciencia, a pesar de que la civilización sea un producto de ese raciocinio humano. Foucault afirma que “La razón es el lenguaje final de la locura” según él no debe de existir nada que nos guíe lógicamente, sigue: “No tiene sentido hablar en el nombre de, o en contra de la razón, la verdad o el conocimiento”. A través de esta negación de la racionalidad, típica de la ideología postmoderna, el pensador perdido en su bagaje idealista, se ve libre de decir cualquier locura, en éste caso, da rienda suelta a una paranoia ácrata en la que le aterra todo ejercicio de poder, incluyendo la lengua:


“El problema del lenguaje”, dice Foucault, “parece asediar por todas partes la figura del hombre”. El filósofo francés, en oposición a Jaques Derrida, nos dice que la historia que nos engendra y nos determina “tiene la forma de la guerra más bien que la del lenguaje: se trata de relaciones de poder, no de relaciones de significado”.


Esta concepción radicalizada del mundo, lo que viene a hacer, en realidad, es negar la posibilidad de resolver, por ejemplo, las contradicciones entre las clases sociales, la idea de vivir en una sociedad sin divisiones entre ricos y pobres sería imposible porque detrás de cada individuo hay una pulsión de Poder no como medio sino como fin último.


Aunque éstos filósofos no lo digan, se trata de la fundamentación de la ley del más fuerte, por eso Foucault admitía la influencia directa que tenía de Nietzsche, quien había teorizado profundamente sobre estos mismos temas, llegando a decir cosas como: “Cuando encuentro a una criatura, encuentro voluntad de Poder”.


Esta visión del Poder, además, no es singular, como podría ser el poder fáctico del Capital, sino que se expresa por medio de una multiplicidad infinita de relaciones que atraviesan la totalidad de la estructura social. Es más, no solo el Poder atraviesa a esas relaciones, sino que… ¡Las constituye! La existencia de esos micropoderes ejercidos en el plano individual del sujeto, actúa a través de pequeñas instancias personales diseminadas a lo ancho de la sociedad, procediendo a través de ésta capa por capa, pliegue por pliegue, según Foucault: “…cuando pienso en la mecánica del poder, pienso en su forma capilar de existencia, en el punto en el que el poder encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se inserta en sus gestos, sus actitudes, sus discursos, su aprendizaje, su vida cotidiana.”


Se trata de la construcción de un relato, porque una vez desarrollado el discurso de la microfísica del poder, éste filósofo pasa a una segunda fase en su obra “Vigilar y castigar”, en ella se habla de la sociedad directamente como un “archipiélago carcelario”. Los cuarteles, las fábricas, las escuelas, los supermercados, y todos los escenarios de la vida social, son entendidos como dispositivos de Poder y control. Una persona racional se preguntaría si podemos prescindir de esos escenarios de la vida pública, ya que al mismo tiempo uno se da cuenta que la crítica a quien ejerce el poder, va en dirección de criticar por el mero hecho de existir el poder.


La trampa está tan fabulosamente escondida que la izquierda no la descubrió, ¿o es que no le importa? La jugada está en que las relaciones de poder no se expresan verticalmente entre las clases sociales, sino horizontalmente entre las mayorías sociales y no hay que ser muy inteligente para entender a quien le puede servir una teoría así. A lo mejor sea por esa razón que estas ideas ocupan un lugar hegemónico en los claustros universitarios, en donde se preparan los militantes de la nueva izquierda.


El detalle de que el Poder se manifieste de manera horizontal no es menor, ya que no deja lugar a la clásica división entre dominadores y dominados, en este caso el Poder se presenta en cada individuo, siendo éste tanto receptáculo como vehículo de las relaciones de poder, todos seríamos, en teoría, agente y producto del poder. De esta manera, se entiende que el poder se encuentra en todas partes, que lo atraviese todo y sea accesible a todos.


Pongamos un ejemplo de lo que es un opresor para esta teoría posmoderna sobre el Poder: Una vendedora ambulante, sale a trabajar a las cinco de la mañana para tomarse el tren y llegar a la estación de Once, hace frío y llueve, se abriga con lo poco que tiene porque el frío le congela los huesos. Esta señora, trabaja diez horas por día para darle de comer a sus hijos. La teoría radical de la microfísica del Poder nos va a decir que esta trabajadora es en realidad es una opresora, porque con su heterosexualidad oprime a las personas homosexuales a través de una relación de poder históricamente configurada por medio de un sistema al cual la militancia posmoderna le puso el nombre de “heteronormatividad”, y no satisfecha con eso, esta idea nos dice también que la vendedora ambulante oprime también cada vez que regatea el precio de las fundas de celulares que le vende a los transeúntes. Cuando llega a su casa, oprime además a sus hijos porque todos sabemos de la relación de poder que existe entre los padres y los hijos, entre el adulto y el niño.


La burguesía tiene su arsenal ideológico y lo arrojó sobre nosotros. A la nueva izquierda, convertida a estas alturas en una fuerza política del sistema, no le interesa saber cómo pensar soluciones a las problemáticas que plantea, sino que solo le interesa agudizar esa misma construcción del conflicto. Es decir, que no se persigue resolver toda relación hasta suprimir estas “opresiones”, sino que se busca una teoría del conflicto que tienda, efectivamente, al cumplimiento de esta praxis política que genere una problemática detrás de otra.


Es por esto que cada vez aparecen más y más “pañuelitos”, el sistema impulsa a estas ideologías del conflicto para que los individuos del pueblo ejerzan presión unos sobre otros, así se crean “oposiciones” que a su vez necesitan de una “resistencia” subsidiaria de relaciones de poder que son fragmentarias y descentralizadas.

Los intereses de los mismos que ponen en marcha este movimiento no son afectados en lo más mínimo. Es como un chiste… y los de abajo, los que de verdad están oprimidos porque crecen en el infierno que es la lucha de clases, cuando ven a un militante progre van a tener que aprender a reírse del chiste, pero será una risa con dolor, como canta Víctor Heredia en Sobreviviendo: “No quiero ver un día manifestando por la paz en el mundo a los animales, como me reiría ese loco día, ellos manifestándose por la vida y nosotros apenas sobreviviendo…”


Esta lógica del Poder que ya no “se toma” sino que “se ejerce” es la que impide a la Nueva Izquierda construir herramientas que realmente tengan la capacidad de tomar el Estado. Es que, en realidad, ya no se lo proponen. La Nueva Izquierda romantiza la derrota y es partidaria de vivir en la resistencia, la marginalidad es su comodidad y para ello abandonan al sujeto histórico de las transformaciones sociales, que ya no será la mayoritaria clase obrera, sino un conjunto cada vez mas diverso de identidades policlasistas:


Según la nueva izquierda el sujeto histórico de la revolución no es determinado por el desarrollo económico capitalista, sino que se explica en términos culturales. Toda la producción intelectual de la izquierda como movimiento de transformación está concentrada en los conflictos culturales que hacen surgir. Como enseñaba el postmarxista Ernesto Laclau se trata de “crear nuevos antagonismos sociales…” de tipo “sexual y étnico”. En ese sentido, la nueva izquierda no tiene nada que agradecer al auge del feminismo y movimientos LGTB, ya que éstos son simplemente sus instrumentos políticos.

La teoría científica del marxismo analiza la sociedad desde la estructura compuesta por lo real donde se constituyen las fuerzas productivas y las relaciones sociales, que sostienen a su vez una superestructura ideológica, cultural. Marx entendió que las fuerzas revolucionarias de la historia son las clases sociales, como demostraron todas las revoluciones en miles de años de civilización. Pero para la nueva izquierda, la vanguardia es representada por la intelectualidad, por los estudiantes, los transgéneros, las feministas y sus aliados, los inmigrantes, los negros y otras minorías en oposición a las mayorías sociales que son dejadas inocentemente a la derecha. Es una “izquierda” burguesa, sin obreros y con un desprecio visceral hacia las masas.

Se trata de una fuerza política que no solo revisiona al marxismo sino que identifica en el bando de los “enemigos” a las masas populares, a los trabajadores, a los hombres y las mujeres por su género y su orientación sexual, su etnia, etc.

Esta fragmentación y mutilación de la teoría revolucionaria se empieza a ver en la Argentina pero se ve con mayor claridad en Europa y EEUU.

¿Por qué la izquierda “real” no está combatiendo este caballo de troya? ¿Por qué los marxistas no denuncian y cuestionan esta clase de influencias degenerativas y perturbadas producto de un infantilismo izquierdista y liberal subdesarrollado e indignante mentalmente?

Hasta que no empecemos a poner de moda, a hacer bullyng político y desarticular intelectualmente a estas corrientes hasta convertirlas en un colador purgado y destrozado, la generación de militantes que caminamos a la sombras de esta masa de alienados, no va a poder nunca desarrollar canales de comunicación y menos ser la vanguardia de los cerebros más maduros y evolucionados de la clase obrera, que son por lejos, mucho más conscientes de lo que es el idealismo metafísico y reaccionario del izquierdismo postmoderno aunque los trabajadores no conozcan el lenguaje técnico y científico del materialismo histórico".


UNA CULTURA DE LAS MINORÍAS


El abandono de la clase trabajadora como sujeto político se traduce en toda una cultura elitista que desprecia a las mayorías populares tanto como éstas se sienten profundamente ajenas a los planteos de esta izquierda que está lejos de hablar en su mismo idioma:


Lenin y Stalin entendían muy bien el peligro del “Izquierdismo” (concepción infantil de la política), entendían que un objetivo común del comunismo era fagocitar estas formas de pensamiento lumpen que se camuflan dentro de la izquierda, y reemplazarlas por formas de pensamiento marxista, con mediciones científicas y de eficacia material, que pueda desarrollar posiciones de poder superiores al reformismo y la socialdemocracia moderna. Del Cosquín salieron artistas comunistas como Mercedes Sosa, Víctor Heredia y otros, que cada vez que iban hacían estallar ese festival. Hoy la nueva izquierda no puede asomarse porque es recibida con un abucheo popular. Cuando el liberalismo gana en las cabezas del progresismo, la derecha gana en las cabezas de los trabajadores, como en Europa.

La “autocritica” sobre este hecho es que “son todos fachos”. En realidad, esto es así porque no se habla de derechos desde una madurez mental y psicológica propia de adultos como hacía el comunismo. Las mayorías sociales, sanas mentalmente, no ven representadas en sus intereses a estos sectores, que ni hablan en su mismo lenguaje, ni se expresan en sus formas psicológicas. La realidad y la materia le viene dando cachetazos a la nueva izquierda, lección tras lección, pero se insiste en mantener las mismas formas de lucha fracasadas."


Pero ¿Cuál es el objetivo de la Nueva Izquierda al centrar sus construcciones políticas en las minorías en vez de buscar construir una mayoría social? ¿Por qué es importante hablarles a esas mayorías al margen de sus particularidades individuales?


En ese sentido Damico también era escueto y claro:


Cuando los marxistas decimos que las revoluciones las hacen los trabajadores y no las minorías, no estamos excluyendo a las minorías como tales, sino que estamos diciendo que lo determinante es el lugar en el que el individuo se ubica frente a la producción material de la economía, independientemente de su orientación sexual, su color de piel, etc. Los postmodernos en su calidad de liquidacionistas, malinterpretan maliciosamente este análisis, porque saben que el principal trabajo de todo revolucionario, es desarrollar un movimiento eficaz con la capacidad de trascender a las MAYORÍAS sociales, que sirva de vehículo para influenciar a la masa, comunicarse con ella, y poder así tener la capacidad de transformación del contexto y de la materia.


No podemos dejar de señalar que esta cultura de las minorías conjuga y promueve una serie de valores profundamente individualistas, hedonistas y liberales. Parte importante del trabajo de Damico consistió en denunciar a esos sectores del Liberalismo Conservador que tratan de travestir estas expresiones liberal progresistas bajo el engañoso y falso rótulo de “Marxismo Cultural”. Si de algo se trata, y esto Martín supo dejarlo en evidencia, es de Liberalismo Cultural puro y duro y dista mucho de las expresiones artísticas y culturales que supo darse el Socialismo Real:


Cuando la clase trabajadora era para la izquierda el centro de todo el sistema, supo desarrollar, en el plano del arte, la corriente llamada “Realismo socialista” por donde se transmitían ideas y emociones a través de la música, el arte ilustrado, la literatura. Esta corriente superponía los intereses colectivos frente a los intereses individuales de las minorías pudientes.

Hace muy poco, en Argentina, entre otros países, empezaron a aparecer en círculos progres y ultraizquierdistas, no solo en el cine independiente, sino también en la música, elementos como “Sudor Marika”, “Cumbia Queers” y otros, como productos para el consumo del activismo liberal, que comparte misma retorica con esa militancia, donde ensalzan aspectos étnicos y sexuales como factores políticos, donde el "Sujeto" ya no es el trabajador, sino las crías del capitalismo.

Estas corrientes descompuestas de la decadencia burguesa, parecieran querer destruir las formas de vida de las mayorías sociales en pos de una minoría retrograda, además de conservar la propiedad privada, promover los valores del liberalismo, el individualismo y el consumo descontrolado.

El liberalismo cultural en cuestión, trata de domesticar a las masas a través de la cultura, predican la exaltación de la debilidad, asumiendo ésta como un valor.


Transforman la impotencia en virtud. Son precursores de una ideología hedonista, que trata de huir de la realidad, que la niegan mediante creencias consoladoras (como la idea del género auto percibido). Están atravesados por ideas surgidas de la debilidad y la inmadurez. Todas sus ideas concluyen en el resentimiento, en el odio contra lo que no se puede ser o no se puede tener, en la culpabilización permanente del otro. El resentimiento no solo es la intención de vengarse y triunfar por parte de las autodenominadas “victimas” de un supuesto hetero-patriarcado, sino el hecho de que estos triunfen como tales, que usen su victoria para imponer la tabla de valores surgida de su humillación, de su eterna actitud acusatoria.

Como bien se sabe, la tarea de todo revolucionario, consiste no solo en saber reconocer los peligros, sino en combatirlos y superar las ideologías reaccionarias que colaboran en el debilitamiento de las fuerzas progresistas. “Cuando surgió en 1903 —escribía Lenin—, el bolchevismo tomo la tradición de lucha implacable contra el revolucionarismo pequeñoburgués, semianarquista…” V. I. Lenin, obras XXXIII, pág. 137




EL FEMINISMO COMO ESTRATEGIA LIBERAL


Desde hace varios años es innegable la renovada potencia del movimiento de mujeres en la Argentina y el mundo. A raíz del esto el Feminismo, como corriente política e ideológica, volvió a estar en el centro de la escena social y de los debates políticos.


Históricamente había cierta coincidencia, entre quienes analizan el feminismo desde una perspectiva materialista, con respecto al origen burgués del feminismo, así como su carácter de lucha parcial y su condición de movimiento identitario y poli clasista.


Sin embargo, a pesar de que desde Marxismo se toma esta línea de análisis, y que se rechaza cualquier proyecto que implique una conciliación de clases en torno a una identidad parcial, pareciera que no existe la capacidad, o la voluntad, de elaborar una crítica al feminismo. Martin remarcaba con claridad esa contradicción de una militancia que se dice “de izquierda”.


Si sos una militante de izquierda, ¿Cómo podes negar que las ventajas y privilegios son de clase? Clase de la que forman parte tanto mujeres como hombres en una estructura social de interrelación que nos incluye a todos. Los trabajadores ¿qué privilegio dentro del Capitalismo y dentro de la cultura machista, tienen por ser hombres frente a Hilary Clinton, Angela Merkel o Margaret Thatcher? Una mujer burguesa que cumpla su rol de clase va a abusar de trabajadores hombres sin importar su color de piel, su identidad sexual o su género


Toda corriente ideológica sabe que cuando logra instalar sus propuestas políticas como un sinónimo del movimiento que dice representar, se anota un punto muy importante.

Diversos movimientos políticos hay intentado, y por momentos logrado, generar dicha asimilación. La representación de la Nación, del Pueblo, de los Trabajadores, es disputada por movimientos y doctrinas diversas que aseguran ser la encarnación de los sentimientos y los intereses nacionales, populares, clasistas, etcétera.


En el caso del Feminismo la situación no es distinta, con la diferencia de que, actualmente y por el momento, han logrado instalarse en un espectro amplio de la sociedad como la representación manifiesta de los intereses del movimiento de mujeres.


A pesar de eso, la deriva posmoderna de esta estrategia liberal no termina de interpelar a las grandes mayorías que se siguen resistiendo a muchos de sus planteos. En ese sentido Martin buscaba remarcar la diferencia entre los progresivo y lo progresista, entre lo supuestamente “nuevo” y lo que realmente representa un desarrollo concreto en la consciencia y las condiciones de existencia de los pueblos:


Desde hace uno o dos años se viene escuchando en el feminismo la frase “Esto atrasa”, referida a alguna actitud “machista”, para presentar al movimiento de género como lo “nuevo” que viene a destronar a lo “viejo” (que “se va a caer”). En realidad, esta idea nace, o está desarrollada, mejor dicho, en el materialismo dialéctico, se trata de “La fuerza irresistible de lo nuevo” como proceso inevitable del progreso dialéctico del mundo. Por ejemplo, la materia inorgánica, como la corteza terrestre, progresa a través del desarrollo de nuevas estructuras geológicas. La materia orgánica también evoluciona hacia cada vez más sofisticadas formas de vida. Lo mismo la sociedad: mueren los viejos regímenes y nacen unos nuevos y más progresistas. El hecho de que lo nuevo supera a lo viejo, es verdad. Pero no siempre es así. El filósofo soviético V. Afanasiev decía: “No se puede aceptar como nuevo cualquier fenómeno que aparezca ni cuanto se quiera hacer pasar por nuevo”, lo nuevo es irresistible cuando “…deriva del curso del desarrollo de la realidad y corresponde mejor a las condiciones objetivas. Se adapta mejor a las formas existentes. Soluciona la contradicción que está destruyendo a lo viejo.” Algo es nuevo y revolucionario cuando responde a las necesidades e intereses de las mayorías sociales respecto a la vida económica, ya que estas mayorías, son las únicas capaces de transformar la materia, y las que están en contacto con los problemas reales de la sociedad. Para que una fuerza represente un valor progresista ante el contexto, no basta con reproducir ideas novedosas o esquizofrenias lingüísticas, sino que las ideas y sus formas comunicativas, deben ser comprendidas por las mayorías (se impuso el “Macri la put... que te pario” pero no el “Macri la yuta que te pario”). Hay épocas determinadas para que algunas ideas sean aceptadas, y también para consolidarlas. Por ejemplo, si Smith y Ricardo hubieran tratado de exponer sus teorías a los mercantilistas ingleses, no los hubieran escuchado, porque en esa época no los hubieran comprendido.


¿Qué pasa con las teorías del feminismo postmoderno, son comprendidas por las mayorías o son rechazadas por ésta? ¿Van dirigidas a las mayorías o a ciertas minorías? ¿Las minorías pueden transformar la materia?

Atacar la cultura de los pueblos por representar un contexto concreto histórico, condena a la izquierda a la marginalidad. Quienes comprenden la época, no son los que atacan, por ejemplo, a instituciones como la familia o la iglesia, sino quienes entienden el desarrollo cultural, psicológico y material de las mayorías sociales, que a su vez representan el único sector de la sociedad capaz de sustentar la lucha de clases y eliminar las contradicciones generadas por el capitalismo.

Cuando una fuerza se presenta como progresista pero en realidad es reaccionaria, no soporta la prueba de la experiencia y cae víctima de un movimiento de oposición. El nacional-socialismo se presentaba como una fuerza nueva mientras escondía sus crímenes. Lo mismo sucede con el postmodernismo, donde todos los valores sólidos son atacados, incluso se cuestiona a las ciencias naturales, al mismo tiempo lo único que permanece como incuestionable es la fría lógica del capital. En un famoso pasaje del Manifiesto Comunista, Marx y Engels dicen: “Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás”.


El debate sobre la despenalización y legalización del aborto fue un momento de auge de muchos de estos debates y planteos donde se desplego en toda su expresión la lógica liberal del movimiento feminista.


Es innegable que hay argumentos de sobra desde la Salud Pública o las condiciones concretas de existencia de las mujeres para defender la legalización del aborto, pero lo interesante del extenso análisis que Damico realizó en una nota para La Batalla Cultural es la perspectiva materialista con la que se abordo el debate y el fenómeno social en su conjunto entendiendo como incluso el capital puede desempeñar un papel progresivo en su búsqueda por completar el proceso de proletarización de la mujer.


El reciente debate sobre el aborto giró — supuestamente— en torno a la narrativa feminista o la provida. En realidad, hay un problema de fondo y puede decirse que ninguna de estas dos fuerzas cortaba ni pinchaba en el asunto. Había una tercera fuerza en el terreno: el capital transnacional, que fue y es el responsable de motorizar la campaña del aborto en todo el mundo, ya que es un tema de agenda global que precede a la Argentina. No tiene nada de malo admitirlo, es la verdad, y el que diga otra cosa está mintiendo o no sabe. Todo aspirante a científico social tiene que anteponer los hechos a sus creencias y si una serie de factores basados en hechos concretos apuntan en una dirección, no hay que oponer ninguna resistencia, ya que así se logra obtener datos puros a partir de los cuales establecer mejores parámetros tácticos de influencia y transformación para el éxito de un plan de desarrollo y progreso material de la sociedad. Eso es por lo menos lo que corresponde a todo analista.


Por otra parte, hay que aclarar que no todo lo que toca el capital es malo, aunque esta vez el conservadurismo lamentablemente se haya salido con la suya al rechazar la ley, el capital intentó cumplir un papel progresista (legalizar el aborto), más allá de que no sea en nombre de las inmaculadas y nobles reivindicaciones feministas. No hay que escandalizarse, está claro que los capitalistas siempre persiguen el lucro. Se lo tiene que entender como una categoría ética y religiosa, en palabras del filósofo Slavoj Zizek: “(…) el capitalista de corazón es el que está preparado de nuevo a poner en riesgo su vida, arriesgarlo todo con tal de que la producción crezca, el beneficio aumente, y el capital circule. Su felicidad está atada a eso”. De esta manera, la agenda del aborto forma parte de las recomendaciones del FMI, del Banco Mundial. El Estado argentino también fue aconsejado por la ONU y por el G20 para resolver el problema en favor de la legalización. Del mismo modo sabemos del ejército de oenegés que promueven esta agenda, siendo quizás la más notoria la Planned Parenthood. También estamos enterados que la agencia imperialista Amnistía Internacional invirtió una suma de por lo menos U$S 300.000 dólares nada más que en publicar una escandalosa contratapa en el New York Times para apoyar el aborto en la Argentina. Es decir, los más importantes organismos gubernamentales y de finanzas internacionales están comprometidos en la legalización del aborto, legalización que se dio hace tiempo en los países desarrollados, siendo ahora el turno para los países subdesarrollados.


Esta pequeña introducción sirve para contextualizar el tema, para no analizarlo en abstracto y darle un marco, ya que lo interesante no es el aborto en sí, sino las causas materiales que existen detrás del fenómeno. ¿Qué intereses puede tener el capital transnacional para promover esta agenda? El Banco Mundial, organizador del G20 en nuestro país, en un intento de tapar sospechas, adelanto algunos tips económicos a favor del aborto, tips que nada tenían que ver con los argumentos feministas. Uno de esos puntos pro aborto era que con la legalización se bajaba los salarios en el mercado al duplicar la cantidad de fuerza de trabajo, y que además la mujer es una máquina de producción más barata. Estos datos, que constan en el diario económico El Cronista del 7 de febrero del 2018, ¿están extraídos del almacén de la realidad social y económica? ¿Están interesados los capitalistas en duplicar la cantidad de trabajadores ante un mercado laboral cada vez más reducido? Si la mujer es una máquina de producción más barata, ¿por qué los capitalistas no contratan solo a mujeres? Muchas preguntas, pero ninguna respuesta a la vista. De todos modos, hay algo más de lo cual el capital transnacional no habla y es precisamente lo que no omiten algunos economistas heterodoxos, marxistas o keynesianos.


Por ejemplo, Anwar Shaikh advirtió un problema social de fondo. Se trata de la creciente complejidad de la infraestructura tecnológica que provoca alteraciones estructurales y contradicciones en las economías capitalistas que a su vez modifican el proceso de trabajo.


Con seguridad, estas razones de orden económico son determinantes para el capital transnacional a la hora de impulsar una agenda política de dimensiones globales. Es un hecho comprobado que la precarización laboral crece al compás de la eliminación de puestos de trabajo y tiene que ver con el aborto porque los pobres, el sector de los trabajadores desocupados, se reproducen tres veces más rápido que la población ocupada laboralmente.


Según un estudio que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) realizó en noviembre del año pasado, la tasa de participación en el mercado laboral viene bajando ininterrumpidamente desde hace casi dos décadas en un contexto de desigualdad en aumento permanente. Hay una pérdida de trabajo generalizada en todo el mundo, de modo que no tiene que ver con la deslocalización industrial. Uno de los factores determinantes es el del aumento de la productividad como consecuencia de la creciente maquinización y desarrollo de nuevas tecnologías y robotización que en palabras de Shaikh hace “inevitable y deseable una reducción drástica” de puestos de trabajo, mientras que quizás una minoría de trabajadores podría convertirse en maestros de la tecnología en su terreno. En tal escenario, el aborto aparece como una medida práctica a modo de paliativo, ya que si:


A) El crecimiento de la población desocupada es mayor cuantitativamente que la ocupada, su tasa de natalidad es mayor;


B) La automatización de la producción provoca una disminución de la fuerza de trabajo, lo que obliga a que en todo el mundo crezca el sector de los desocupados.


Acá es donde se entiende la idea de Zizek, porque precisamente el carácter revolucionario del capitalismo es ese, el que busca siempre aumentar la capacidad de producción para obtener una plusvalía mayor, lo que hace que esté constantemente revolucionándose desde sus épocas más remotas hasta hoy. El desarrollo económico del capitalismo apuntó siempre a dividir cada vez más el proceso laboral en operaciones cada vez más simplificadas que después se enseñan a los trabajadores como tareas específicas. Ninguna sociedad antes del capitalismo había dividido su trabajo de manera tan sistemática. Este proceso de distribución de tareas, especialidades y oficios específicos de producción a lo ancho de la sociedad es propio y particular del capitalismo que logró dividir el trabajo de forma sistemática en cada especialidad productiva. Al mismo tiempo, el progreso del desarrollo tecnológico reunifica el proceso de producción. El ejemplo del que se sirve Adam Smith para explicar el proceso de producción de alfileres en su famosa obra La riqueza de las naciones. Ya no los hace una serie de trabajadores que estira los alambres, afila las puntas, etc., sino que lo hace una sola máquina que transforma grandes manojos de alambres en millones de alfileres. El mismo ejemplo se puede encontrar en la agricultura, donde se reemplazaron los caballos por tractores y se sustituyó casi completamente la mano de obra rural por las cosechadoras automáticas. Casos similares se observan en la antigua producción textil. Antes de la revolución industrial se requería una gigantesca fuerza de trabajo, que de a poco se fue reemplazando por máquinas que desarrollan de manera más e􀂦caz y veloz el proceso de hilado y tejido.


Actualmente podemos encontrar otros ejemplos similares que se pueden ver en la fabricación metalúrgica, siderúrgica, en la industria automotriz, en la construcción, en la industria mecánica, incluso hasta en oficinas. Todos los trabajos rutinarios van automatizándose en un desarrollo incesante de la tecnología que obliga que se produzca un desplazamiento de gran parte de la fuerza de trabajo. Y esto por no mencionar los grandes cambios que supondrá el desarrollo de la “inteligencia artificial”, de los algoritmos de software, por ejemplo, los radiólogos, traumatólogos, dermatólogos, patólogos, etc., diagnostican placas, ven las imágenes y estudian si están bien o no. La inteligencia artificial está llegando ya a hacer ese trabajo mejor que los humanos y el mismo ejemplo lo podemos trasladar a otros ámbitos, sobre todo en el sector industrial.


Una segunda medida para amortiguar los efectos del desplazamiento de la fuerza de trabajo, además del aborto, sería la que proponen muchos economistas heterodoxos, especialmente los keynesianos, y es la famosa “renta básica universal”. En Argentina tenemos el ejemplo de la CTEP, el movimiento de desocupados en estos momentos hace reclamos que van en esa dirección. Bill Gates, Mark Zuckerberg (primero y quinto en el ranking de Forbes) están de acuerdo con la política de un “ingreso básico universal” para contrarrestar la destrucción del trabajo, pero del dicho al hecho hay mucho trecho. ¿Quién va a pagar ese ingreso, si precisamente la radicalización del capitalismo en su versión neoliberal nos propone un Estado subsidiario que se ocupe nada más que de seguridad y justicia? Acá está el segundo gran problema de mi tesis: el neoliberalismo, que plantea una religión “sana” del egoísmo, pero “racional” de sus intereses individuales —gracias a la fantasmagórica intervención de la “mano invisible” que en teoría aseguraría la armonía universal de los mercados, garantizando también la eliminación de lo que ellos llaman el “problema moral”, donde el ejemplo a seguir como individuos para ser económicamente y socialmente óptimos y eficientes— sería ser simplemente lo más egoístas e individualistas posible.


Analizando la lógica capitalista y sus corrientes más radicales que hoy están en pleno auge, no se hace difícil entender porque no se preocupan por resolver este problema y buscan apenas tibias medidas para atenuarlo. La razón es que, al capitalista, el que es dueño del trabajo de otros, le da lo mismo el “factor de producción”. No importa si el que produce es un animal, un trabajador o una máquina, porque el capital desprecia los recursos mediocres que suponen un aumento mínimo de la productividad. Esto es evidente en los economistas neoliberales que nos ven como “números”, pero no es lo mismo para las familias, los hombres y mujeres que viven de su propio trabajo. La diferencia entre vender su fuerza de trabajo o ser desplazado por otra fuerza es mucha, porque toda su economía familiar descansa sobre el trabajo asalariado.


Los economistas neoliberales no tienen teoría del valor-trabajo, son simples técnicos, matemáticos y no sociólogos, solo les interesa el precio de la producción y no las relaciones sociales ni el trabajo de las personas.


Es muy importante advertir el carácter histórico de este fenómeno clave a la hora de comprender los cambios estructurales del proceso de trabajo, ya que se trata de un fenómeno de gran impacto. No creo que se puedan hacerse predicciones exactas, pero cualquier incremento del desempleo en las próximas décadas tendrá efectos sociales gigantescos. Los datos técnicos son contundentes. Las mayorías sociales necesitarán más que nunca una regeneración política madura capaz de analizar el estado psicológico de esas clases populares, el cual nos indica en qué nivel de conciencia están y de qué forma quieren que se defiendan sus derechos. Una generación que luche por causas reales y no por pañuelitos, una generación que no esté del lado de los problemas sino de las soluciones.


El análisis marxista lo que hace es justamente colocar el foco en las cuestiones importantes, en la estructura económica y en los roles que tanto hombres como mujeres trabajadoras pueden y deben ocupar en el mismo. Ahí es donde se da realmente la emancipación de la mujer trabajadora en la medida que adquiere autonomía y el mismo valor productivo que su compañero.


Lo que es realmente trasformador es ir a la base del problema, a la solución real para cualquier segmento de la clase trabajadora más allá de los problemas específicos que tenga.


El posmodernismo se concentra en lo discursivo y lo estético tratando de presentar eso como una preocupación por las mujeres trabajadoras, y el feminismo, en sus diversas expresiones, va adoptando casi en su totalidad estos elementos por su origen burgués, idealista, identitario y poli clasista.


LA PENETRACIÓN POSMODERNA EN LOS VÍNCULOS HUMANOS


El posmodernismo no se agota en el terreno de lo político claro está, sus planteos ideológicos buscan una transformación cultural mucho mas profunda.


En ese sentido la búsqueda de la atomización de la sociedad no se dará solo a la hora de buscar cada vez con mas ahínco a la minoría más minoritaria y más “oprimida” sino que buscará destruir incluso las formas elementales de relacionarnos:


Como ya se sabe, un nuevo espacio social está siendo invadido por la lógica mercantil: Las relaciones entre hombres y mujeres. Cada vez es más frecuente escuchar en ambientes liberales y progresistas el término “poliamor” en oposición a unas supuestas relaciones “hetero-patriarcales normativas”. Ayudados por el activismo progre liberal que sirve de ariete teórico a la ideología dominante, el hedonismo burgués avanza en todos los frentes. "Poliamor no es amor libre –dice la nota– sino neoliberal: Ya no hace falta sentir empatía por el otro, sino sólo el cachito del otro que está en el contrato.


El activismo progre liberal, por más que diga ser antisistema y se llene la boca repitiendo un discurso contestatario, forma parte de la retórica y el análisis del imperialismo, ya que defiende de forma consciente o inconsciente las ideas y las posiciones de la ideología dominante.


Desde el “Amor Libre”, que no será otra cosa que la lógica del mercado aplicada a las relaciones humanas, hasta la negación de toda “unión” o compromiso sentimental. Martín también señalaría con agudeza esa prédica nefasta:


En “Foucault para encapuchadas” de la filósofa queer Leonor Silvestri se usa a Foucault para hacer apología de la destrucción de los vínculos humanos, el libro comienza llamando a la “destrucción total y radical de la faz del planeta” de la teoría de Marx. Más adelante sigue en un párrafo “No tendremos hijxs, adoramos la soledad, celebramos la destrucción de toda relación de pareja, uniones sentimentales, hetero-compromisos, enamoramientos, relaciones agazapadas bajo la mierda del amor libre. Todas establecen territorios y jerarquías de opresión.”


Es interesante la mención de los “territorios”. La mención del espacio físico es importante para entender el “modus operandi” de cualquier tecnología de poder, según Foucault.


Si al postmodernismo ideológico y su activismo político lo estudiamos desde las relaciones de poder y analizamos este espacio social y físico, se puede llegar a la idea de las organizaciones postmodernas como “prisiones” donde se vigila y castiga. Para este caso, la “microfísica del poder” queda plasmada en las relaciones de pareja heterosexuales, ya que el esquema ideológico de esos espacios (el ambiente militante), esconde en lo operativo, una montaña de imperfecciones, ambigüedades, de arbitrariedades que se vuelven visibles en la práctica cotidiana. Entre esto se puede observar el ilegalismo con el que opera la militancia feminista que cree tener patente de corso. Basta el testimonio verbal o escrito de una feminista para disciplinar a su ex pareja acusándolo de “macho” y, por ende, susceptible de padecer cualquier clase de escarnio público además de arruinar su carrera universitaria o profesional. Este funcionamiento automático del poder hace que muchas veces se avale descaradamente situaciones de extrema injusticia, de procedimientos turbios, en los que además de lo mencionado, terminan con la “expulsión” del espacio físico de la víctima de estos mecanismos de poder. Es normal escuchar a muchas feministas quejarse porque se sienten violentadas al ver a sus ex parejas en marchas, pretendiendo una suerte de privatización del espacio físico. Se trata de una conciencia mercantilista, la subjetividad de sus emociones patentadas como una especie de propiedad privada.


CONCLUSIÓN:


La Nueva Izquierda, el feminismo, el mar de corrientes identitarias en las que figuran desde indigenistas hasta activistas “raciales” varios, etc.; expresan un fenómeno social, político, ideológico y cultural que responden a una etapa de globalización trasnacional y reflejan la madurez histórica del liberalismo ante las tendencias económicas del capital a una mayor atomización de las sociedades y la radicalización del individualismo hedonista.


La denuncia de Martín Damico se centraba principalmente en marcar como las izquierdas, ya profundamente indefinidas, los progresismos y la social democracia se había dejado atrapar completamente por la trampa posmoderna y como éstos, bajo un falso discurso anti sistema, representan en realidad una disidencia controlada.


Este fenómeno es leído cada vez con mas claridad por el conjunto del pueblo que empieza a leer a la “izquierda” como parte del status quo, como defensores del orden actual y lo “políticamente correcto”. De allí que se explique que expresiones reaccionarias del Liberalismo Conservador, como los auto denominados libertarios de Milei, logren ocupar un lugar de “rebeldía” que históricamente le había pertenecido a la “izquierda”.


Martin Damico nos fue arrebatado en plena juventud y con un potencial muy grande por delante, pero desde Vanguardia Argentina no solo recuperamos su memoria y su desarrollo teórico, sino que tenemos plena comprensión del problema del posmodernismo y estamos abocados a la imperiosa tarea de reconstruir una herramienta de los trabajadores que no solo escape a estas lógicas liberales, sino que las enfrente de forma abierta y contundente sin miedo alguno. En honor a Martín, a nuestra clase y nosotros mismos, estamos seguros que estaremos a la altura de la tarea.



MARTIN:


Para cerrar este trabajo quisimos reproducir un texto que no es estrictamente sobre la cuestión que hemos tratado aquí, pero nos acercan un poco al camarada Damico como persona.


Con tan solo 19 años, un joven Martín nos hacía la siguiente pregunta:


¿Por qué le tememos a lo inevitable?


Por mi parte, no le tengo miedo a la muerte en ningún sentido. La veo como un acto inevitable porque se sabe que tarde o temprano, de una u otra forma nuestra vida se va a acabar. Lo único que podemos asegurar es la duración de esta (no siempre).


También entra en mi juego, si mi muerte será distinta a la de los demás. Por que como podremos ver en los obituarios de cualquier diario; todos los días mueren docenas de miles de seres humanos de los que ni llegamos a conocer y recordar.


¿Pero entonces, por qué vivir con el miedo a lo inevitable?


Lo único que puedo decir es que mientras sea mi propia vida, el único que la va a manejar voy a ser yo.


La mayoría de las veces prefiero caminar yo solo por la calle, que en compañía de alguna persona querida. Porque sé que, si los llegasen a amenazar a ellos, cederé. Se que, si me intentaran amenazar solo a mí, no dejaría que manejen mi vida. No dejo que maneje mi vida mi madre, ni lo dejo a mi padre. Y menos lo hará alguien que no tiene ninguna conexión con mi persona.


Pero es una obviedad que hoy por hoy no puedo tener una razón más fuerte que mi persona, por la que vivir, porque no tengo una esposa, o porque no tengo un hijo al cual cuidar y mantener. Pero estoy seguro de buscar esa razón por la que vivir, pero eso nunca podrá generar que pierda la confianza que tengo con la muerte. Por qué no me puede generar miedo lograr lo que quiero, solo me deberá generar más confianza y sé que a medida que madure seré más libre y esa libertad no me la quitará nadie.



BUENOS AIRES. MAYO DEL 2022

VANGUARDIA ARGENTINA.

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